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Los Terribles Inicios




Lo que narro aquí es tan solo mi visión como amateur del ciclismo de montaña, cosas que he vivido y en las que me involucrado gracias a este deporte, ¿Por qué el ciclismo de montaña? No lo sé tal vez por que necesitaba empezar una sección de esta naturaleza y que mejor que un deporte al que le he encontrado gusto aun cuando no tenga niveles avanzados en el mismo, lo que presentaré aquí es mi perspectiva. El ciclismo de montaña me fue inculcado ya a una edad avanzada para el mismo, normalmente lo que practicaba era ciclismo urbano, respirando las emanaciones de los autos y haciendo milagros por no ser aplastado por los automóviles, especialmente los peseros que a propósito se le cerraban a uno con objeto de que uno se cayera. Con el paso de los años tuve la fortuna de conocer a Enrique Cárdenas, un sujeto que ya tenía bastantes kilómetros acumulados “off” y “on road”. Lo conocí en el trabajo y después de entablar la ya correspondiente relación laboral me preguntó si era cierto que le metía al pedal, al comentarle que sí y que tenía años dándole me dijo que entonces me invitaba a conocer otro estilo que me pudiera gustar pero que era muy pesado,”Ja –pensé, si puedo subir desde donde empieza Constituyentes hasta donde empieza la carretera México-Toluca pues me hecho lo que sea”, por lo que quedamos en salir a la primera expedición “off road”, Joaquín fue también invitado, él estaba empezando en esto de la pedaleada y también había logrado subir Constituyentes, era nuestro parámetro de medición y pronto iba a descubrir que ese lugar nada más sirve de calentamiento.






El Bautizo




El primer lugar al que fuimos fue a un lugar llamado el Salazar, lugar cercano al DF, a espaldas de la Marquesa. Ese lugar simple y sencillamente no tiene descripción, se tiene que estar allí para entender la magnificencia de la naturaleza y lo que se me hacía más inverosímil era que estuviera tan cerca de la “capirucha”. Todo empezó como tenía pensado, un camino amplio de terracería con una suave pendiente hacia arriba durante 1 kilómetro aproximadamente (por cierto, nunca se nos dijo la distancia total) durante el cual íbamos platicando muy animadamente, poco a poco las palabras de la conversación se fueron espaciando hasta que quedamos en silencio, al final de la primer pendiente mi respiración ya era pesada (no la de Enrique que parecía como si su bicicleta trajera motor), después de esa pendiente pasamos por un descenso relativamente rápido y corto para posteriormente iniciar otra subida como de 500 metros bastante empinada. Cuando íbamos a la mitad de esta última subida es cuando mi maquinaria comenzó a pasar aceite, mi mente empezó a divagar tratando de localizar todas las groserías conocidas, el esfuerzo era muy duro pero persistimos hasta lograr el ascenso, cuando nos encontrábamos como a 20 metros de la cumbre, podíamos ver que el camino se ponía plano y daba vuelta a la derecha por lo que continuábamos dándole con todo lo que daban nuestros músculos, los cuales ya estaban muy tensos. Al llegar a la parte semiplana bromeábamos acerca de lo duro que habían sido esos últimos metros, íbamos resoplando fuertemente y tratando de recuperar algo de aire, en eso tomamos la curva que seguía y vimos con horror que lo que nos estaba esperando era otra subida. Esta se nos hizo larguísima por que no se veía donde terminaba, estaba muy empinada y para colmo de males con grava suelta, el corazón se me fue al suelo, las piernas se me estaban amotinando pero allá vamos tratando de alcanzar a Enrique (ja ja ja) ya no lo podíamos a ver pero paso a paso subimos los alrededor de 500 metros de ésta última pendiente para después rodar por una ligera planicie con una pequeña bajada que culminaba con ¿qué creen? Pues con otra méndiga subida pero esta parecía pared. El cerebro se me congeló, sentí un hormigueo en la nuca, mis brazos estaban acalambrados, las piernas no las sentía ya no digamos el trasero. Les aseguro que quería arrojar la bicicleta muy lejos, vomitar y decir que jamás pondría mi “cucurucho” otra vez en un transporte de esta naturaleza y mucho menos en una bicicleta de montaña, iba mentando de madres preguntándome que “chindiantres” estaba yo haciendo allí. Al menos me trataba de estimular pensando que llegando a la cumbre la bajada me serviría para relajar mis músculos que parecían que sentían choques eléctricos con cada pedaleada que daba, mis pulmones me exigían oxígeno (recuerden que fumaba) mi boca, nariz, orejas y cola aspiraban lo que podían, escuchaba mi corazón como latía y me mentaba la madre simultáneamente, las coyunturas de las rodillas me iban rechinando, el sudor empezó a escurrirme por el cuello, los anteojos los llevaba empañados, seguía tratando de jalar aire por cualquier orificio de mi humanidad y éste era insuficiente pero mi masoquismo fue mayor. Pero eso… no fue todo.



Aún recuerdo que clamé por mi madre cuando al subir ésta última pendiente Enrique nos estaba esperando en una planicie y nos preguntó “¿Cómo vieron la subida?” Estoy seguro que la respuesta nunca la entendió por que le hablé en alemán “Mgrm stacabr chingtamij mimp gultrasd estkd deshkjdcho”. Nos comentó “Pues para ser la primera vez van bien (la primer clásica mentira del ciclista avanzado al novato), nada más nos falta una subidita (la segunda clásica mentira del ciclista avanzado al novato), al final nos echamos unas quesadillas allá abajo (la tercer clásica mentira del ciclista avanzado al novato )”. Y todavía cerró el sádico diciendo “Que bueno que van bien por que aquí empieza el circuito, nos faltan 10 Kilómetros”, apenas llevábamos 3. Joaquín y yo solo nos miramos cualquier frase estaba de más.



Después de otras subidas por caminos cada vez más estrechos y donde cualquier descripción de como nos sentíamos estaba de sobra por fin llegamos a la cumbre. Y empezaba la segunda etapa de la pesadilla, durante la bajada no logré hacer descansar ningún músculo, de hecho entraron a trabajar otros más, específicamente los de los dedos de las manos y los de los pies tratando de agarrarse de los pedales como si fueran garras y recibiendo impactos de rocas, tu trasero parece ventosa y succiona el asiento para no salir volando pero era imposible, el sudor ahora ya no era por el esfuerzo sino de terror al ver las pendientes. Las bajadas a las que nos metió el criminal de Enrique eran peores que bajar por escaleras de la pirámide del sol en Teotihuacan y en caminos muy estrechos, en más de una ocasión mi bicicleta o yo bajabamos primero pero no juntos, los frenos son inútiles si no sabes manejarlos, no me había dicho que en ese tipo de bajadas los frenos son para controlar tu descenso no para detenerte, por cierto, a eso agréguenle que mi bicicleta era un verdadero yunque con llantas y frenos de fantasía y que de bajada ya encarrerado la única forma de detenerte era abandonando la nave, cosa que hice muy frecuentemente. Joaquín también estaba padeciendo este martirio pero se mantuvo al pie del cañón (pero ya les contará su parte, espero). Todo esto sucedía ante la risa malévola de Enrique, definitivamente yo no tenía ni una pizca de idea de lo que era el ciclismo de montaña. Y si piensan que esta bajada es el fin de la excursión pues no, aún tuvimos que subir dos pendientes empinadísimas que casi hacen que me salieran ampollas en el orgullo, esas pendientes eran para salir de un condenado valle al que nos habíamos metido y de allí regresar al punto donde “comenzamos” el circuito.





Cabe mencionar que muchas veces desmonté y me puse a empujar la “birula” (es un decir) por que mi “butt” no podía más de dolor y mis piernas de plano habían rechazado obedecer órdenes por lo que la bicicleta era la que me llevaba arrastrando. Durante el trayecto del famoso circuito recordé las groserías que aprendí desde que estaba en el vientre de mi madre más las que iba inventando.

Al terminar la vuelta Enrique intentó cambiar impresiones acerca del circuito pero se dio cuenta que nunca reparé en el ambiente boscoso que me rodeaba pues iba concentrado en salvar la vida, además íbamos hablando en alemán “Pinchtrahfd Enrijkhsd que chikjsdak sonjdkd jestajdk miffhs colhsd estjah destrojdo”. Y aún faltaba bajar las primeras pendientes.

Al iniciar la parte final del descenso nos dimos cuenta el porqué nos costó horrores subirlas, las bicicletas inmediatamente se encarreraban y lográbamos alcanzar en un periodo corto de tiempo entre 50 y 60 Kilómetros por hora y a esa velocidad requieres de varios metros antes de detenerte completamente; debido a que es tierra suelta no debes bloquear los frenos, ustedes se preguntarán bueno y por qué dejabas encarrerar la bicicleta, por qué no ibas controlando tu velocidad con los frenos, pues la verdad yo ya no tenía fuerza en las manos por más que le intentaba ya no apretaba lo suficiente es por ello que si bajé tendido no fue por intrépido sino por la ley de la gravedad. Al llegar donde estaba estacionado el coche de Enrique fue muy difícil desmontar por que ya iba empotrado en el asiento, después de esa experiencia le tomé mucho cariño a mi bicicleta sobre todo al dichoso asiento, afortunadamente nos recompensamos con unas buenas fresas con cremas que después de lo que pasas allá arriba, te saben a gloria.

Al llegar a casa boté la bicicleta en el rincón más apartado y escondido, fui y tome un largo regaderazo y me tiré como majada de vaca en un sillón, no hubo fuerza humana que me moviera de allí hasta el otro día. Pensé que esta había sido la primera y última experiencia “off road” de mi vida pero quién iba a pensar que esa necedad y masoquismo que me caracteriza me iba a llevar de regreso a padecer no se cuantas veces más la misma pesadilla, hasta que le agarré sabor.



Las Consecuencias


Empezamos a variar las rutas, en ocasiones íbamos al Salazar, en otras al cerro del pelado y al Ajusco además se incorporaron nuevos aventureros que iban a pasar experiencias similares a las anteriormente descritas. Todo esto nos dejó varias historias entretenidas que espero que los pelados a los que hago alusión me manden para completar esta sección de andanzas, de hecho las fotos que anexo en esta página corresponden a varios lugares visitados y pronto pondré más en el link “STINKERS01” de la sección de LINKS. Más adelante, desgraciadamente, nos enteramos que asaltaban a los ciclistas en el Salazar y en el Pelado por lo que tuvimos que dejar de ir a esos dos paraísos, por cierto, la tala clandestina se da muy cañón en el Salazar, les aseguro que pronto van a desaparecer los árboles que allí habitan, yo sospecho que los mismos taladores son los que cometen los asaltos para ahuyentar a los ciclistas.



Finalmente Enrique nos llevó a dos rutas que nos llevarían a extremos de esfuerzo que no conocía : El nevado de Toluca y San Rafael a las faldas del Iztaccihuátl, ambos verdaderamente durísimos para subir y soberbios cuando te lanzas a la conquista de la bajada. Los malestares más comunes en estas dos rutas eran el mal de montaña, frío, entumecimiento de las partes blandas y por supuesto del trasero, hambre, sed, entre otros. Sin embargo, a pesar de todo los contratiempos que he encontrado como practicante de este deporte debo reconocer que este actividad es verdaderamente fascinante, aprecias la naturaleza desde otro punto de vista además de que a mi en lo particular me puso en una disyuntiva muy imbécil, o fumas o te dedicas a practicarlo por que ambos no se llevan en lo absoluto, afortunadamente dejé de fumar hace ya un buen rato, durante años lo había intentado sin éxito. Realmente le agradezco a Enrique el tiempo que nos invirtió para educarnos en esto, aún soy bastante novato pero al menos ya se caer.




Los compañeros de aventuras que tuve durante estas expediciones fueron Martín, Joaquín, Marco Antonio, Javier, su primo o sobrino que se aventó el nevado de Toluca en una bicicleta de ruta, eso es tener “guts”. Mi estimado Richard nos acompañó en una ocasión, por supuesto que el teacher Enrique, tres amigos de Enrique de los cuales no recuerdo sus nombres pero si recuerdo a uno de ellos que en lugar de piernas tenía motores. En todos ellos pude observar y escuchar los diferentes puntos de vista del ciclismo que tenían además de apreciar sus habilidades diversas para ciertas zonas del camino como Joaquín con bastante potencia de subida y bastante mala suerte de bajada, se la pasó inaugurando caminos; Martín que se la pasaba platicando todo el trayecto no se de qué por que el aire no le era suficiente pero eran amenas sus conversaciones en alemán, por cierto era el que pintaba las estelas mayas de las aventuras espero poder contar con una des sus caricaturas para esta sección; Marco Antonio que en la subida le perdías la huella por que solía quedarse muy atrás y en la bajada nunca lo alcanzabas, este cuate si es un suicida; Javier cuya consistencia en subida y bajada eran indiscutibles; Richard que en tan solo un viaje nos demostró que tenía madera y por supuesto el teacher sin sus palabras de aliento simple y sencillamente no le hubiera encontrado gusto a éste deporte (“Apúrense nenas”). Espero complementar esta sección con notas de anécdotas de otros expedicionarios, espero que se animen.